obras

Inocular

Rodrigo Arteaga
2019

Una serie de objetos, algunos fabricados con micelio de las especies de hongos Pleurotus ostreatus y Trametes versicolor, otras de yeso, poliuretano, huesos y materiales diversos, se encuentran sobre un gran plinto en medio de la sala que relata la vida de Benjamín Vicuña Mackenna. Este hombre de letras y de acción que tuvo una inmensa influencia en el desarrollo de las artes y las tecnologías en Chile, por lo que estas piezas siguen su espíritu innovador y lo reconducen a un mundo en crisis.

La serie de esculturas de Rodrigo Arteaga se inspira en elementos patrimoniales. Algunos de ellos decoraban el antiguo Paseo del Cerro Santa Lucía, inaugurado en 1872, precisamente por Vicuña Mackenna mientras era intendente de Santiago. Los orígenes de estas formas son los jarrones de mármol, las figuras de fierro fundido de diosas, guerreros, un ángel, cabezas de cabra y perros, que por diversos motivos han ido desapareciendo. Se integran también réplicas de fragmentos de otras piezas del arte decorativo de la época, tomadas del Teatro Municipal y el Palacio Pereira, igualmente desaparecidas o destruidas. La instalación se plantea como un terreno de arqueología imaginaria e intuitiva, en la que estos objetos reaparecen convertidos en fragmentos orgánicos, tal como lo hacen los recuerdos en la memoria.

Inocular viene del latín inoculare, que quiere decir injertar. Como título de esta instalación, el término remite tanto al proceso biológico como a dinámicas de imposición cultural. El conjunto de esculturas de Arteaga representa así las contradicciones y complejidades del colonialismo, dominio e hibridación que marcan las historias culturales de Europa y América. El arte decorativo de estilo europeo es una muestra de estas dinámicas que instalaron además un modelo de trabajo e industrialización orientado al progreso. Hoy sabemos que esta historia condujo a la destrucción de modos de vida no lineales, desencadenando una profunda fisura en los pueblos originarios y otras comunidades humanas rurales, vegetales, animales y fungi que hoy se desbordan, violentados.

La destrucción o desaparición de estas piezas y su actual reaparición en forma de fragmentos orgánicos, invita a reflexionar sobre el afán de permanencia del patrimonio, sobre la ruina de códigos coloniales injertados, sobre las posibilidades de pensar la cultura de manera orgánica y, por ende, integrada al ciclo natural.